En esta entrada, voy a describir, brevemente, los principales tipos de metas y sus posibles efectos sobre el desempeño deportivo. También daré algunas recomendaciones sencillas para deportistas y entrenadores.
Hay distintos tipos de metas que pueden establecerse y que tienen efectos diferentes sobre los aspectos psicológicos y el rendimiento de los deportistas.
Cada deportista es “un mundo”. Esto no es un tópico, sino una realidad. Por tanto, hay que evaluar con rigor diversos aspectos psicológicos del deportista antes de establecer metas y pautas concretas. No obstante, algunos estudios muestran que, en general, puede ser conveniente establecer metas de los tres tipos señalados en la tabla. Las metas de resultado pueden ser factores motivadores muy importantes y, en consecuencia, ayudar al deportista a mantener su esfuerzo en el tiempo en fases iniciales de la temporada, fuera de la fase competitiva, así como en preparaciones que requieren de muchos meses hasta la cita clave de la temporada. En cambio, focalizarse excesivamente en estas metas de resultado justo antes de una competición puede generar ansiedad en algunos deportistas. En estos casos, es necesario redefinir la meta en acciones concretas que el deportista crea que están bajo su control y que es capaz de llevar a cabo.
No fue por casualidad que, en mi primera entrada sobre las metas, me centrara en metas de rendimiento y de proceso, al definir las metas efectivas como acciones específicas y valores concretos de rendimiento que están, en gran medida, bajo el control y el nivel de habilidad del deportista. La victoria en una prueba (o un puesto concreto) depende también (y en gran medida) de lo que hacen los demás competidores (o los demás compañeros en deportes de equipo).
En mi labor con deportistas profesionales, generalmente, trato de que no solo establezcan metas de resultado, sino también –o sobre todo– metas fijadas como niveles/valores de rendimiento y metas de ejecución de acciones específicas.
Algo muy importante: las metas de rendimiento y de proceso permiten hacer ajustes flexibles, en función de las circunstancias que se vayan produciendo. También pueden ser muy útiles durante la competición. De hecho, la flexibilidad es algo, generalmente, positivo en la preparación psicológica de un deportista. Cualquiera que haya competido en algún deporte o que haya trabajado con deportistas sabe que, a lo largo de la preparación para una competición, surgen dificultades, imprevistos, situaciones que exigen que se tengan que revisar las metas fijadas previamente. Un exceso de énfasis en las metas de resultado puede tener consecuencias negativas sobre el desempeño del deportista. Las metas de resultado pueden y, en mi opinión, deben complementarse con otras metas fijadas en términos de rendimiento y de proceso.
Para cada meta de resultado, es conveniente que existan varias metas de rendimiento y de proceso que conduzcan a ese resultado, siendo necesario llevar a cabo un registro y una evaluación de todas estas metas.
Puede verse un ejemplo de lo anterior en la siguiente tabla:
Otra recomendación general que se puede dar por válida es que han de establecerse metas a corto, medio y largo plazo. De hecho, la meta final (que puede ser un resultado) depende del logro de esas otras metas más a medio y corto plazo (que podrían ser el aprendizaje-perfeccionamiento de acciones y las mejoras en el rendimiento eficiente).
Asimismo, con relativa independencia del tipo de metas que establezca un deportista, es muy importante que le produzcan emociones y estados de ánimo positivos, tanto al conseguirlas como en el proceso mismo de perseguirlas. Si los objetivos establecidos generan preocupación, inquietud, ansiedad, etc.; entonces hay que revisar esos objetivos y analizar por qué están teniendo esos efectos negativos sobre el deportista. Además, las metas que permiten ir aprendiendo en su búsqueda facilitan los fenómenos de fluencia psicológica (relacionados con el bienestar y las “actuaciones pico o excelentes”) y evitan los efectos negativos de la visión túnel (i.e., centrarse únicamente en un resultado final sin darse cuenta de que es necesario aprender/perfeccionar nuevas habilidades o destrezas para obtener dicho resultado; de hecho, este aprendizaje puede ser en sí mismo la meta).
Son innumerables los procesos psicológicos que pueden verse involucrados en el establecimiento de metas y sus efectos sobre el rendimiento. Así, pueden ocurrir procesos de pensamiento, cognitivos e incluso metacognitivos (por ejemplo, relacionados con el locus de control y las atribuciones de causas a los éxitos o los fracasos en el logro de las metas); procesos afectivos o emocionales (por ejemplo, los fenómenos de activación inadecuada o de ansiedad pre-competitiva); o incluso procesos psicológicos relacionados con conductas observables (como, por ejemplo, el self-handicapping o autoboicoteo). El psicólogo ha de conocer y evaluar la interacción entre todos estos elementos psicológicos para conseguir que las metas establecidas den lugar a efectos positivos sobre el rendimiento de cada deportista.
Debido a lo extenso que es este tema, cabría la posibilidad de hacer un blog solo sobre el fenómeno del establecimiento de metas porque son muchos los aspectos, tanto conceptuales como procedimentales, que se pueden mencionar sobre ello. Es posible que, en el futuro, vuelva sobre este tema. De momento, hasta aquí estas dos entradas sobre el establecimiento de metas que he querido que sirvieran también como presentación del trabajo que se hace por parte de los psicólogos del deporte. Espero que os puedan ser útiles y que os hayan abierto el apetito para indagar y conocer más sobre ello.
El ‘trabajo duro’ puede contribuir al logro de tus metas. El ‘trabajo inteligente’ hará que tu ‘trabajo duro’ sea más eficaz, eficiente y efectivo para conseguirlas.
En mi próxima entrada de blog, haré una reflexión general sobre las pautas y las recomendaciones que he dado en estas entradas sobre el establecimiento de las metas, así como sobre las que pueda dar en el futuro respecto a otras técnicas utilizadas en la preparación psicológica.