El combate más famoso de la carrera de Ali es el que tuvo lugar en Kinshasa (actual República Democrática del Congo), el 30 de octubre de 1974. Su rival: el temible George Foreman (Campeón en los JJ.OO. de México en 1968 y campeón mundial invicto en 1974, con 40 victorias y 37 por KO). Después de que Frazier ganase a Ali en 1971, Foreman derrotó al invicto Frazier de un modo inapelable. Ante los tremebundos golpes de Foreman, Frazier parecía un muñeco de trapo y cayó hasta en seis ocasiones en tan solo dos asaltos. Frazier perdió por KO en el segundo asalto y Foreman se convirtió en el boxeador contra el que nadie querría pelear. “Big George” parecía imbatible. Solo entonces comenzó a ser interesante para Ali.
“Imposible es solo una palabra que utilizan los débiles que encuentran más fácil vivir en el mundo que les han dado que explorar el poder que tienen para cambiarlo. Imposible no es un hecho. Es una opinión. Imposible no es una declaración. Es un desafío. Imposible es potencial. Imposible es temporal. Nada es imposible.”
Más allá de eslóganes publicitarios –tan manidos en nuestros días–, Ali demostró contra Foreman lo que quería decir cuando dijo que ‘nada es imposible’. Si Ali hubiera desvelado la estrategia que iba a utilizar contra George Foreman, cualquiera de los expertos en boxeo de la época se lo hubiera desaconsejado absolutamente. Uno de los sparrings le dijo a Ali antes del combate que “Big George” era el único boxeador que le podía matar de un solo golpe. Muchos lo pensaron y temieron que esa noche Foreman matara a Ali. Sin embargo, Ali salió decidido a ganar ese combate. En el primer asalto, Ali golpeó a su rival con buenas combinaciones y se movió con ligereza por el ring, a la vez que trataba de evitar las tremendas embestidas de Foreman, quien buscaba un KO rápido. Pero ya en el segundo asalto, Ali mostró su sorprendente y arriesgada estrategia: irse a las cuerdas y dejarse golpear. Dejarse golpear una y otra vez, recostado sobre las cuerdas, tratando de esquivar y bloquear con sus brazos los golpes de Foreman y contraatacando con algunas rápidas combinaciones.
Y así lo hizo, asalto tras asalto, dejarse golpear por el noqueador más terrible que se vería en décadas. Dirigirle miradas y gestos provocadores, gritarle improperios y lanzar su jab solo para enojar aún más al iracundo Foreman, eran otra parte más de la “guerra psicológica” de Ali. Además, en los descansos del 3º y el 6º asalto, Ali no quiso sentarse en la silla de su esquina, a la vez que agitaba su brazo derecho en alto para exaltar al público que gritaba con él su nombre, y así, decirle al “gran George” y al mundo entero: “yo soy el más grande y no necesito descansar entre los asaltos”.
Dejarse golpear. Contraatacar con rápidas combinaciones. Y, de nuevo, apoyarse en las cuerdas y dejarse golpear. Su propio entrenador (Angelo Dundee) le gritaba a Ali desde su esquina del ring que se moviera, que no se quedara recibiendo los golpes de Foreman. Porque este golpeaba a Ali como si fuera un saco, una y otra vez, con toda su ira. Pero según fueron avanzando los asaltos, a Foreman se le fue notando cada vez más descoordinado, impreciso y cansado… Esta era la estrategia de Ali: dejarse golpear hasta llevar a Foreman a la extenuación.
Después del combate, muchos alabaron esa intrépida estrategia; pero Ali sabía que, para vencer a Foreman de ese modo, tendría que soportar un dolor insoportable. Ali sabía que tendría que aguantar los golpes más poderosos que habría recibido en toda su carrera. Y los aguantó. Aguantó un dolor indecible. No dobló sus rodillas. Ni una sola vez rozaron la lona. Se dejó golpear hasta que Foreman dio muestras de agotamiento y, entonces, Ali pasó a la acción de forma contundente. Contra todo pronóstico, Ali aguantó las temibles embestidas de Foreman y supo contraatacar de un modo efectivo y, sobre todo, épico, en el octavo asalto. Foreman cayó y no se pudo levantar.

Cualquiera hubiera dicho que fue una locura. Pero Ali no boxeaba tan solo para ganar, sino para ser el campeón indiscutible, para ser leyenda del boxeo, para ser el mejor de todos los tiempos. Con ese objetivo, con esa obsesión en su cabeza, Ali se preparó duramente para ello y lo ejecutó con maestría, pasando a la historia del boxeo como “el más grande” (“The Greatest”).
No es solo lo que hizo. Es cómo lo hizo.

En el KO de Ali sobre Foreman, ocurrió algo que no se ha destacado suficientemente. Fue el propio George Foreman quien lo dijo años después (en 2009), en el documental Facing Ali: “Probablemente, el mejor golpe de la noche nunca se dio. Mientras yo caía, tambaleándome, tratando de controlarme, Muhammad Ali me vio tambalearme y caer… Normalmente, ahí golpearías al rival; yo lo hubiera hecho. Se preparó para lanzar su mano derecha y no lo hizo. Eso es lo que hace de él, en mi opinión, el mejor boxeador contra el que he luchado”.
Y así fue, Ali podría haber herido gravemente a Foreman si hubiera dado ese golpe de más. Con ese golpe se habría asegurado de que George no se levantaría. Mientras el público gritaba –alentado por el propio Ali durante todo el combate– “Mátale”, “Mátale”, “Ali, mátale”; Ali no quiso dar ese golpe. Rehusó hacerlo. Él era “el boxeador más grande de todos los tiempos”. No, un asesino.
Ali dejó para la historia su boxeo. Su extraordinario talento deportivo. Y algunas actitudes, ideas y frases que trascendieron el boxeo. Ali fue un líder deportivo y social. Ali transformó el deporte y la sociedad norteamericana. Su influencia sobre una parte de la comunidad afroamericana en EE. UU. (y en otros muchos lugares) fue, probablemente, tan grande como la de Martin Luther King.
Humildemente, he querido rendir homenaje a quien puede ser considerado, con total justicia, “el deportista del siglo XX” y uno de los grandes personajes de dicho siglo.
“Nunca cuento las flexiones que hago. Solo cuando empiezan a doler, ésas son las que cuentan de verdad. Eso es lo que te hace ser un campeón.”

“Odié cada minuto de entrenamiento, pero no paraba de repetirme: ‘No renuncies, sufre ahora y vive el resto de tu vida como un campeón’.”

Cuando creas que no puedes, recuerda a Ali.
Cuando sientas que te duele el cuerpo y que no es posible aguantar más, recuerda los golpes que recibió Ali.
Cuando pienses que ya estás exprimiendo al máximo tu potencial, recuerda a Ali.
Cuando en tu vida te encuentres con situaciones tan difíciles que parezcan superar todos tus recursos y tus posibilidades, recuerda a Ali.
Muy a menudo, recuerda a Ali.
El último combate que tuvo que afrontar Ali fue contra la enfermedad de Parkinson.
Muhammad Ali falleció el 3 de junio de 2016, a los 74 años de edad –treinta y dos años después de haber sido diagnosticado con esa enfermedad. Los médicos se sorprendieron de cómo su corazón aguantó hasta el final. Del mismo modo que contra Frazier o contra Foreman, nunca se le vio rendirse. Esta fue su victoria. Y su legado.
“No cuentes los días. Haz que los días cuenten.”

1 comentario en “El más grande – “The Greatest” (3)”
Que gran historia la de Alí, enhorabuena por el artículo! 😉