No es tan importante para mí si fue o no fue el más grande. Esa cuestión pertenece al terreno de las opiniones y los gustos. Lo más significativo es que, con leer únicamente el título de estas entradas de blog que hoy inicio, muchos ya supondréis que me refiero a Muhammad Ali (Campeón en los JJ.OO. de Roma en 1960 y por tres veces campeón mundial de boxeo, con un total de nueve años como campeón mundial del peso pesado. En medio: un cambio de nombre, tres años suspendido para el boxeo profesional por negarse a realizar el servicio militar durante la Guerra de Vietnam y un deportista convertido en icono social en defensa de los derechos civiles de las minorías afroamericana e islámica en EE.UU.).
En sus primeros años como boxeador profesional, Cassius Marcellus Clay, Jr. (nombre de nacimiento de Ali) sorprendió a rivales, críticos y eruditos del boxeo. Hacía lo que nunca nadie había hecho en el peso pesado. “Floto como una mariposa y pico como una avispa. No puedes golpear lo que tus ojos no pueden ver…” –esto decía Ali. En sus movimientos rápidos, gráciles y coordinados recordaba a otro de los más grandes: ‘Sugar Ray Robinson’. Pero este lo había hecho algunos años antes en el peso medio, con 20 kg de peso menos que Ali.
“Soy el más grande. Me lo dije a mí mismo incluso cuando no sabía que lo era.”
“Si lo digo suficientes veces, convenceré al mundo de que, realmente, yo soy el más grande.”
Y convenció a muchos. Pero no por su verborrea tan ágil como sus piernas, ni por su insistente martilleo de frases provocadoras como su jab de izquierda. Convenció por lo que hizo encima del ring como boxeador. Y sobre todo, por cómo lo hizo.
La revista norteamericana Sports Illustrated y la BBC británica consideraron a Ali como “el deportista del siglo XX”. Sin embargo, la prestigiosa revista de boxeo The Ring Magazine consideró en 1997 a ‘Sugar Ray Robinson’ como el mejor boxeador de la historia en todos los pesos. De quien Ali dijo: “El rey, el maestro, mi ídolo”. Y esto también nos muestra cómo era Ali, afirmando de sí mismo que él era “el más grande”, a la vez que consideraba a Robinson el rey del boxeo, su maestro, su ídolo.
Mientras estuvo en lo más alto del boxeo profesional, se decía que Ali era una de las cinco personas más influyentes del planeta. Después de su retirada del boxeo, siguió siendo una figura deportiva y social con un enorme impacto a nivel mundial. Fue Embajador de la Paz de la ONU y recibió numerosos galardones de diversos organismos internacionales.
Quiero empezar recordando la figura de Ali como ejemplo de excelencia porque considero que dejó un legado deportivo del que puede aprender no solo cualquier boxeador presente o futuro, sino cualquier deportista. Y muy valioso también para la vida de cualquier persona.

Nos dejó su primera gran enseñanza en esta frase suya:
“El deseo de ser el mejor tiene que ser más grande que cualquier habilidad.”
En mi opinión, esta es la motivación que llevó a Ali a lo más alto del boxeo profesional. Pero no todos los que practicamos un deporte hemos de tener como motivación u objetivo ser “el (o la) mejor” en ese deporte, aunque probablemente todos buscamos “ser mejores” en alguna medida cada día que entrenamos. Por extensión, la frase de Ali nos indica que el deseo de mejorar ha de ser en nosotros más grande que cualquier habilidad que tengamos. De este modo, tendremos la motivación para seguir desarrollando cada día nuestras habilidades –sean las que sean–, persiguiendo y alcanzando los retos presentes y planteándonos retos futuros aún mayores.